Fue aquella noche cuando te vi partir, mirando el brillo de tus ojos resplandecer, sin amor, sin esperanza de vivir, creí llegarme a enloquecer, sin rastro y sin huella de no poder ver, con pena y sin gloria te deje ir, pero ese día el dolor no dejo de crecer, así llegue a
Todo lo que vivimos en nuestras almas, por todo lo que quisimos pensar, todo lo que nos quisimos amar más, ya no volverá en nuestras mentes jamás. Hay adioses que son tristes, otros que dejan soledad y muerte, un adiós que pasa y no vuelve.